Imagen SUZANNE WOOLCOTT
Casi a diario veo adolescentes que no son
vistos/as. No los ven en sus casas, ni tampoco en la escuela. Los veo y me
duelen desde su vulnerabilidad hecha fortaleza y su resiliencia.
A veces me pregunto cuándo dejamos
de llamarlos niños/as para convertirlos en esos mini adultos/as que no son, por
muy independientes que parezcan.
A menudo me ofrezco a escuchar, sin
juzgar. Solo es necesario acercarse
desde el respeto, observar y no pasar de largo. Hacerles saber que si te
necesitan estás allí.
Al principio me sorprendía lo que decían, ahora no. Algunos/as adolescentes consideran que sus padres/madres ya tienen demasiados problemas: dinero, separaciones, trabajo, otros familiares, etc y no quieren convertirse en uno más. Han dejado de saberse prioritarios. Así que callan y no piden ayuda.
Al principio me sorprendía lo que decían, ahora no. Algunos/as adolescentes consideran que sus padres/madres ya tienen demasiados problemas: dinero, separaciones, trabajo, otros familiares, etc y no quieren convertirse en uno más. Han dejado de saberse prioritarios. Así que callan y no piden ayuda.
A veces la ayuda la pide su cuerpo de manera
desesperada con ataques de pánico, dolores crónicos variados, insomnios,
alteraciones de la conducta alimentaria, cambios drásticos en sus resultados
académicos o en su forma de ser. Me gustaría decir que son vistos/as entonces
pero no siempre, a menudo necesitan sufrir mucho para que el adulto/a
responsable diga: “Aquí estoy. Lo siento mucho, no te vi”.
Desde la adultez se tiende a
menospreciar o disminuir la importancia de los síntomas del dolor y la soledad
de la niñez y la adolescencia. El “ son cosas de niños” sirve para justificar todo
lo que a los adultos no nos parece importante. Así fue cómo nos educaron a
nosotros/as.
Nos hemos centrado mucho en los resultados académicos, en asegurarles un buen futuro profesional, en cubrir la parte material y llenarlos de cosas. La parte emocional a veces se queda olvidada. Algunos se están criando solos/as, sin presencia consciente, sin mirada. Sabemos que todo ser humano, tenga la edad que tenga, necesita ser visto.
Nos hemos centrado mucho en los resultados académicos, en asegurarles un buen futuro profesional, en cubrir la parte material y llenarlos de cosas. La parte emocional a veces se queda olvidada. Algunos se están criando solos/as, sin presencia consciente, sin mirada. Sabemos que todo ser humano, tenga la edad que tenga, necesita ser visto.
Cuando la cosa estalla, cuando por
fin se hace evidente o algún adulto externo a la familia lo ve, existe el "espejo" que hiere enormemente a las madres. Antes de aceptar que pudieron haber hecho algo que no fue lo que su
hijo/a necesitaba, con el miedo tan terrible al error de nuestras generaciones, lo niegan. Antes de hacer una auto-reflexión profunda, algunas madres o padres
prefieren no ver. Otras veces, todavía más doloroso, no pueden ni siquiera verlo, no
tienen la consciencia necesaria para hacerlo.
Así que ahí están esos niños/as
grandes, esos adolescentes cada vez más desconectados de su esencia. Por suerte no son todos. Pensando
que para sus padres/madres no son una prioridad. Y sabemos de sobra que eso no es
verdad, que lo son, pero tal vez es importante DECÍRSELO.
Hay una frase que los calma, que
como profesora (cuando me piden ayuda) suelo utilizar: “Yo soy madre y te aseguro que no hay nada más
importante para tu madre que tú y tus hermanos”.
Suelen preguntarme que qué es lo que han de decirles. Hay tantas conversaciones pendientes entre madres/padres e hijos/as. A veces el canal se ha roto o está atrofiado del poco uso. Como adultos/as somos responsables de que siga fluyendo, desde el respeto a su intimidad pero desde la presencia.
Yo les insinuo que empiecen con un “Mamá (o papá), te necesito. Necesito ayuda” y confío en que los adultos responsables se empezarán a mover. No necesitan estos niños/as grandes crear solos un discurso elaborado, es nuestra función de padres/madres o educadores ayudarles a nombrar lo que les está sucediendo.
Suelen preguntarme que qué es lo que han de decirles. Hay tantas conversaciones pendientes entre madres/padres e hijos/as. A veces el canal se ha roto o está atrofiado del poco uso. Como adultos/as somos responsables de que siga fluyendo, desde el respeto a su intimidad pero desde la presencia.
Yo les insinuo que empiecen con un “Mamá (o papá), te necesito. Necesito ayuda” y confío en que los adultos responsables se empezarán a mover. No necesitan estos niños/as grandes crear solos un discurso elaborado, es nuestra función de padres/madres o educadores ayudarles a nombrar lo que les está sucediendo.
Podemos ser madres y padres de ojos
abiertos.
Podemos estar presentes de manera consciente.
Sigamos diciéndoles que les queremos a diario y que
son lo más importante en nuestras vidas.
Aunque sean ya adolescentes, aunque por fuera se hagan los
duros/as, en el fondo lo necesitan como el agua.
Doy fe.
Myriam Moya Tena
Gracias!! Yo también doy fe que es así, por que ya adulta aun siento el vacío de las conversaciones que necesitaba y que nunca sucedieron con mis padres, de nuestro canal de comunicación atrofiado en cada llamada, de la falta, la real falta que aún me hacen. Un abrazo.
ResponderEliminarUn abrazo Zary, supongo que no es fácil, pero recuerda que ahora tú puedes darte a ti misma como adulta lo que no te llegó, eres la responsable máxima de nutrirte. Suerte!
Eliminarmi caso es tan dificil por mas que le digo que lo amo,que lo apoyo,me evade,es muy dificil.
ResponderEliminaránimo Erika, seguro que ese amor de alguna manera le llega, un abrazo, Myriam
Eliminarme ha encantado este post, me ha hecho pensar en mi hija de adolescente, aún falta...pero no quiereo que se sienta invisible, ni que yo lo sea para ella.
ResponderEliminargracias Myriam
Yo también soy profesora de secundaria y veo cada día en muchos de mis chic@s todos esas "síntomas" de que algo no va bien dentro de ellos... Y cada uno lo exterioriza como puede como tu dices.... insomnio, trastornos en la alimentación, carácter "agresivo", dolores varios, .... Yo este curso me estoy encontrando por desgracia con muchos de estos problemas, incluso otros más graves en los que yo siento que el adolescente está pidiendo ayuda y cercanía a gritos.... y muchas veces parece que soy la única que lo siente. Y cuando les escuchas sin juzgarles empiezan a soltar sus sentimientos....
ResponderEliminarYo también suelo decirles que se sienten con sus padres y hablen, que les pidan ayuda, que aunque no se lo parezca estoy segura de que les quieren con todo su corazón!
son situaciones difíciles....
Besos!
Me encanta leerte!
Gema
Hola Myriam,
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu post de hoy. Yo no soy madre de adolescente, pero sí que me he visto en tu relato retratada como la adolescente que fui. No di ningún aviso "por fuera" con algún síntoma, de hecho fui una adolescente impecable, estudiosa, responsable, silenciosa, tremendamente independiente... pero con un ansia tremenda de amor, comprensión y reconocimiento que no he sabido hasta mucho después.
Sé que cuando dices: "Yo soy madre y te aseguro que no hay nada más importante para tu madre que tú y tus hermanos" lo haces con tu mejor intención y voluntad, y desde la perspectiva de una madre consciente y conocedora de su tremenda influencia en sus hijos.
Pero pienso en mi madre y no puedo darte la razón... Mi madre es de esas que se parte el pecho de decir "que todo lo hace por sus hijos" y que "no hay nada en el mundo más importante" y sin embargo luego actúa desde el egoísmo, la agresión y el miedo. A mí, esas palabras de "te quiero muchísimo y esto lo hago por tu bien" me hacen un daño tremendo. Una madre puede CREER que quiere a sus hijos y que lo hace perfectamente y EN REALIDAD ser todo lo contrario: no verlos, despreciarlos, tratarlos desde la soberbia...
Te lo digo porque si a mí me hubiesen dado este consejo-consuelo en la adolescencia, habría sentido ese vacío interior al que estaba tan acostumbrada, ese vacío de cuando me decían "son tus padres, te quieren mucho aunque se equivoquen, quieren lo mejor para ti" o "el amor de madre es lo más grande que hay". Quizás ese vacío me hablaba de que que esas palabras bienintencionadas no guardaban la verdad, pero entonces no lo sabía, sólo sentía vacío, tristeza y culpa (en plan: hay algo erróneo dentro de mí, no sé ver o sentir ese amor).
A día de hoy, pienso que me habría consolado más que me dijeran: "Eres digna de amor, y pronto serás adulta, y podrás buscar tus sostenes amorosos, y podrás amar y que te amen, y buscar un círculo donde te sientas tú", o simplemente: "aunque tus padres no te vean, yo sí, y eres una persona maravillosa", o "estos son momentos duros, pero vendrán momentos mejores, quizás yo puedo ayudarte".
Como ves, mi postura es muy "milleriana" (de Alice Miller) y afirmo que no todos los padres quieren realmente a sus hijos o los quieren del modo en que ellos necesitan, o tienen la suficiente conciencia para preguntarse sobre todo esto. Y hacerles creer a los hijos que así sucede, quizás sea prolongar una esperanza sin sentido...
En fin Myriam, envío este mensaje como lectora anónima de tu blog desde hace tiempo y con un profundo respeto hacia tus opiniones.
Sigue haciendo esa labor tan importante con tus adolescentes, te necesitan...
Un abrazo.
M.
bello..toco mi alma...gracias por compartir y sacudirnos..saludos..
ResponderEliminarMayuri