A
veces me olvido del cuerpo. Sí, yo, mujer y madre, a mis 40 años, voy por ahí
como una cabeza volátil llena de ideas, fantasía, sueños, recursos y puzles varios.
Y camino kilómetros y kilómetros, horas seguidas y hasta días.
Siempre
hay algo que momentáneamente me devuelve a él: un cuerpo a tierra con mi hija, la
lactancia diaria, un achuchón con mi pareja, un buen baño a solas a la luz de
las velas… pero no dura demasiado, en las temporadas que estoy muy mental (por
suerte cada vez son menos), he de hacer un esfuerzo consciente para volver al
cuerpo, aunque cada vez me es más sencillo.
Otras
veces camino conectada conmigo misma y siento cosas increíbles como que de mis
piernas salen raíces que atraviesan el suelo, que de mis brazos crecen ramas y atraviesan
ventanas… veo entonces lo verde que me rodea, los cambios en las nubes, el sol
y mi mente se para, rectifica, descansa…
Soy
yo, la misma de siempre, pero soy tan distinta… hay tanta potencia en mí cuando
noto esa esfera naranja en mi bajo vientre (que es como suelo visualizar mi
útero), hay tanta danza en mí, incluso cuando estoy parada, hay tanto amor y tanto
gozo…
Hace
exactamente un año hice un curso on-line de tres meses que se llamaba Conciencia de mi Cuerpo de Mujer, lo impartía una amiga mía Mónica Felipe Larralde. Supe
que ese taller era para mí en cuanto lo vi: yo recién salida del puerperio (un
poco de golpe lo reconozco); yo que empezaba a percibir mi cuerpo fuera de la
diada Zambra-mamá; yo, tan menudo mental y volátil, y sin embargo tan feliz
cuando lograba bajar al cuerpo, a la tierra…
Confieso
que seguí el curso un poco como pude, pero logré encontrar la manera (entre mi poco
tiempo libre por aquel entonces) de sacarle partido. Se sentaron en mi
vida unas bases que siguen ahí un año después, descubrí muchas cosas, pero la
más importante fue saber que podía volver a mi cuerpo con bastante facilidad
siempre que lo necesitara.
Gracias
a haber podido conectar con mi útero unos meses antes, mis cólicos de riñón (que
habían empezado con el embarazo) habían desaparecido, había aprendido a parar,
a escuchar y escucharme. Ahora quedaba avanzar y dar un paso más: aprender a
hablar con mi cuerpo - cuando estaba desatendido- desde el afecto y no desde el
dolor (al menos siempre que fuera posible).
En
ello ando. Con el paso de los años, tengo más recursos. Los míos
propios, los que he ido incorporando y un conjunto de meditaciones y relajaciones que me han facilitado la
vida y todavía me acompañan en el cotidiano. La voz de Mónica me da paz, los
ejercicios y visualizaciones me sientan bien, y cada vez soy más adulta y voy
llenando mi vida de cosas y personas que la enriquecen, a la vez que hay cosas
que de forma consciente dejo marchar.
Así
que es verdad, como ya os he dicho, a veces me olvido del cuerpo. Sí, yo, mujer
y madre, a mis 40 años voy por ahí como una cabeza volátil llena de ideas,
fantasía, sueños, recursos y puzles varios… pero vuelvo, vuelvo a conectarme
bastante a menudo, como mínimo un ratito de “yo, me, mí, conmigo” cada noche.
Gracias
a Mónica Felipe y gracias a las 24 mujeres reales que hicieron aquel viaje
conmigo… hay cosas que no se pagan con dinero…
Con
amor,
Myriam
Moya Tena
Pd:
el 12 de abril Mónica Felipe abre un nuevo curso on-line Conciencia de mi cuerpo de mujer, el último de éste año, os lo recomiendo de corazón, porque a mí me vino muy bien. Un abrazo.
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