Hace una semana cumplí 40 años (un día de estos os contaré mi fiesta virtual) Al día siguiente, en una de esas "no casualidades" de la vida, me hice un esguince en el pie derecho por lo que estoy, por primera vez desde que parí a Zambra, inmovilizada.
Tras el susto inicial, mi principal preocupación como
madre era ver cómo me lo iba a montar con Zambra -sin poder casi moverme- y
cómo se lo iba a tomar ella y ahí, como siempre, mi hija fue un paso por delante
y me sorprendió.
Tras la caída, Zambra decidió cuidarme a su manera. Siempre
he sabido que los niñ@s que han sido cuidados y han visto sus necesidades
satisfechas tienen una tendencia natural a cuidar a otros: niños, animales,
plantas, muñecos y, cómo no, también a mamá o a papá o a cualquier otro miembro de
la familia que lo necesite. En ell@s habitan de manera natural la empatía y
la solidaridad. Mi hija me lo había demostrado muchas veces pero
esta vez la cosa iba para largo y era un poco diferente.
Primero me quiso curar “tomando tetita”, nuestra teta mágica que
casi todo lo puede, nuestro vínculo más fuerte y sé que de alguna manera
aquello me sanó al menos la rabia inicial. Entonces Zambra al ver que no
funcionaba a la primera, decidió enviar la pupa del pie a su casa, como hace
otras veces, porque era de esas pupas que se curan solas con el tiempo; después
me dio besitos en el pié (esos besos mágicos curativos), e intentó el masaje
como me ha visto hacer a mí a veces (¿os lo explico?). Finalmente con sus 33
meses se sentó a mi lado un buen rato (en una fiesta llena de niños jugando sin
parar) para darme conversación.
Tuve que explicarle que mamá solo estaría así de manera
temporal, que me pondría bien poco a poco, que volvería a correr y a jugar. La
tranquilicé, le dije que me cuidaría papá y que ella podía ayudarle si quería,
de alguna manera la liberé. Al poco rato, ella se fue a jugar con el resto de
niñ@s tranquila, y fue viniendo a verme en intervalos.
A partir de ahí cada día ha ido trabajando su aceptación de la
nueva situación (debo decir que ha sido más rápida que yo) y se ha ido poco a
poco despegando de mí, porque al inicio su manera de cuidarme era vivir encima
de mí, sentada o tumbada, ¡cuánto amor gratuito a raudales! También se ha
acostumbrado a mamar tumbada y a ser todavía más autónoma con sus cosas.
Ahora soy mamá montaña (así me llama) y juega a escalar mi
cuerpo tumbado o sentado e intenta ayudarme con la muleta. Cuando leo en la
cama a veces viene y se sienta a jugar diciendo “despacito”, o juega a mi lado
en el suelo si estoy en el sofá y encuentra la manera de incluirme de
vez en cuando. Leemos muchos libros, cantamos, hacemos marionetas...
Otras veces se emociona y salta encima de mí con su risa
contagiosa...
Yo mientras tanto ando sacando jugo a este parón, leyendo y
escribiendo muchísimo, dándome tiempo para volver a conectarme con
la tierra y conmigo misma. Redescubriéndome, redescubriéndola, hacia
dentro, aceptando, abriéndome a nuevos proyectos, podría decir que feliz.
Myriam Moya Tena.
Mirad que maravilla de canción me han regalado hoy a raíz de este post, gracias Aran
Mirad que maravilla de canción me han regalado hoy a raíz de este post, gracias Aran
Me ha gustado mucho que hayas "liberado" a Zambra de esa carga :D , y la nueva oportunidad para dar rienda suelta a otras formas de comunicación entre vosotras.
ResponderEliminargracias bonita, está siendo toda una experiencia...
EliminarMamá montaña... precioso!! espero que esta oportunidad de conexión diferente siga siendo así de provechoso para toda la familia.
ResponderEliminarAbrazos